Definición: El colesterol es grasa que circula por nuestras venas, y como muchas cosas en la vida, lo hay tanto “bueno” como “malo”. (Lo malo de esto no es que haya ambos, sino que la mayoría de la gente consume casi siempre el “malo”, y muy poco o nada el “bueno”.) Al colesterol “bueno” se le conoce como Lipoproteínas de Alta Densidad, o LAD, el cual forma lípidos (grasas) benéficos para el organismo. Este colesterol lo produce el hígado a partir de ciertas grasas vegetales, especialmente del aceite de oliva, linaza o cánola; así como del aguacate. También se encuentra en los aceites de pescado, especialmente el llamado Omega 3, el cual se encuentra sobre todo en las sardinas y el salmón. Al colesterol “malo” se le conoce como Lipoproteínas de Baja Densidad, o LBD, y son las grasas  que provienen de fuentes animales como carne, leche y huevos. Viene en mayores cantidades en las carnes rojas y de puerco y se le clasifica como “malo” porque es el que se acumula en las arterias, aumentando los niveles de colesterol y pegándose a las paredes interiores, endureciéndolas e impidiendo gradualmente la circulación hasta bloquearla por completo. El consumo de altas cantidades de proteínas de origen animal (por ejemplo, diariamente en la mañana y en la noche un bistec o tacos al pastor o de carnitas), es la causa primordial de que el colesterol suba más de lo normal (120 mg por decilitro de sangre) de donde provienen por lo general los ataques al corazón, y por ende el colesterol “malo” es el gran asesino. El colesterol “bueno” en cambio, ayuda a desplazar al “malo” por lo que hay que preferir los alimentos que lo contienen y rechazar los que contienen el “malo”. Pero más adelante vamos a ver cuáles alimentos contienen el “bueno” y cuáles el “malo”.

 

La consecuencia más grave del alto colesterol son los ataques al corazón. El colesterol “malo” contenido sobre todo en las carnes rojas y de puerco, es por lo general la causa primordial de estos ataques. El colesterol LBD es el gran asesino silencioso; pues una vez ingerido, satura las paredes interiores de las arterias con una grasa pegajosa parecida al cochambre de las estufas. Es muy difícil para el organismo liberarse de esta grasa; y el cochambre se va a acumulando dentro de las arterias, dificultando cada vez más la circulación de la sangre (véase: Arteriosclerosis y Aterosclerosis) hasta taparlas por completo. Cuando esto ocurre a las arterias coronarias, que son las que surten de sangre al músculo cardíaco, sobreviene el infarto, del cual, si la persona sobrevive, quedará con una parte de su corazón permanentemente dañada.

 

(Extracto del libro “Manual Naturista para Vivir Saludable y Feliz. Una guía completa de 176 afecciones y enfermedades” por Carlos Baca. Con permiso Alecos ®)

 

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